Las cosas que creo

Creo que creo las cosas que creo; o sea, creo que uno crea las cosas que cree. O las recrea, cuando cree en algo que alguien más creó. Y creyó, porque uno cree en las cosas que crea...

jueves, 8 de marzo de 2012


 
         DIVINIDADES
             PAGANAS

                           Atenea

 Todas las diosas son la Diosa. La triple Diosa, la Diosa Blanca: la Luna. La Luna, en las primigenias cosmogonías, no sólo era la madre del Sol, sino que era ella quien regía el calendario, y la Madre de todas las Aguas.
  El número 2 conviene a los hombres; el 3 es divino. Tres fases tenía la Luna: nueva, llena y menguante; en tres se dividía el año: Primavera, Verano y Otoño-Invierno; y tres eran los aspectos de la Diosa: Doncella, Ninfa y Vieja. El nombre Atenea es probablemente una transliteración de la diosa sumeria Anatha: Reina del Cielo.
   La transición del matriarcado al patriarcado no fue en todas partes igual. En el caso de Atenea, suprimieron sus funciones como Ninfa, como diosa orgiástica, y quedó su imagen de Doncella guerrera, aunque con las atribuciones de la Vieja: la Sabiduría y el patronazgo de las Artes.
   Pintoresca manera tenían los griegos de contar esto: Zeus sedujo a la titánide Metis, regente del planeta Mercurio, y, por tanto, de todos los conocimientos y la sabiduría. Un oráculo predijo que concebiría una niña, pero predijo también que si volvía a concebir, daría a luz un hijo cuyo destino sería destronar a Zeus. Convenció Zeus entonces a Metis para que se acostara sobre un lecho, abrió la boca de repente y se la tragó. Tiempo después, caminando por la orilla del lago Tritón, una terrible migraña se apoderó de él: sentía que le iba a estallar la cabeza, y sus gritos de rabia y dolor retumbaban en todo el firmamento. Suplicó a Hefestos, el herrero de los dioses, que le abriera la cabeza de un hachazo. Éste así lo hizo, y del cráneo de Zeus salió Atenea, totalmente armada, dando un potente grito.
   Así fue suprimida la Diosa como Ninfa, la prerrogativa femenina de la Sabiduría, y su peligrosa costumbre de matar y despedazar (y a veces comerse) a los reyes sagrados.
   Siguió rindiéndosele culto a Atenea, pero como obediente hija de Zeus.
   Aunque… “Atenea inventó la flauta, la trompeta, objetos de alfarería, el arado, el rastrillo, la yunta de bueyes, la silla de montar, el carro y el barco. Fue la primera en enseñar la ciencia de los números y todas las artes femeninas, tales como cocinar, tejer e hilar. Aunque era una diosa de la guerra, no obtiene placer de la batalla, como lo hacen Ares y Eris, sino que prefiere zanjar las disputas y hacer valer la ley por medios pacíficos. No lleva armas en tiempos de paz, y, si alguna vez las necesita, suele tomarlas de Zeus. Su misericordia es grande: cuando los votos de los jueces quedan igualados en un juicio en el Aerópago, siempre da su voto decisivo para dejar en libertad al acusado. Pero, una vez que entra en batalla, nunca pierde, incluso contra el mismísimo Ares, pues domina la estrategia y la táctica mejor que él, y los mejores estrategas acuden a ella en busca de asesoramiento”.
   Los patriarcados se impusieron, las mujeres y las diosas fueron relegadas, y Zeus conquistó la corona de la Sabiduría para el género masculino. Pero siguió venerándose a Atenea, porque más que la Diosa de la Inteligencia o de la Guerra, era la Diosa del Sentido Común, algo por lo que los dioses o los hombres nunca nos hemos caracterizado.
                          

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