Las cosas que creo

Creo que creo las cosas que creo; o sea, creo que uno crea las cosas que cree. O las recrea, cuando cree en algo que alguien más creó. Y creyó, porque uno cree en las cosas que crea...

viernes, 22 de abril de 2011

Religiones III







                                                Religiones III

De todas las religiones, los más monstruosos son los Predicadores de la Muerte. Su Dios abominable es Uno y es Tres: Padre, Hijo y Espíritu. Siempre ha existido y siempre existirá. Todo lo ve, todo lo sabe, y está en todas partes. Él juzga, premia y castiga. Su Nombre es impronunciable: es la Muerte.
Vampiros de otras religiones, castraron a la Gran Madre y la convirtieron en Virgen, que así concibió Pura al Hijo, quien se hizo carne, y sintió el Dolor. De nada sirvieron sus prédicas de Amor, ni a sus fieles les importan. Todos, y más que nadie estos últimos, lo recuerdan, lo representan, lo emulan, lo veneran, sufriendo en su martirio, vendido por los suyos, negado por los suyos, clavado a su cruz por los suyos. Su espalda destrozada a latigazos, por haber querido cargar con los pecados del Mundo; y su cabeza coronada de espinas, porque Pensar también hace daño.
Símbolo del Dolor, nacido en el día de la Muerte del Sol y muerto en Primavera, muerto en Vida.
Vampiros… En el sagrado día que estaba dedicado al Sol, se reúnen en sus suntuosos y lúgubres templos, y devoran a su Dios y beben de Su sangre, mientras repiten pasajes de su oscuro Libro, del que “no se cambiará ni una jota ni una tilde”. Inmutable también, tan inmutable y tan muerto como su Dios.
Y sin embargo, cada día vemos que estos Predicadores de la Muerte, al encontrarse cara a cara con ésta – la muerte propia, o la de sus seres queridos – gritan y patalean, y se deshacen en llanto. Ni siquiera dejan de llorar cuando sus seres queridos han pasado, como dicen, “a mejor vida”.
Es claro: en el fondo, ni siquiera ellos son capaces de creer en sus mentiras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario